7/27/2006

La vida es un matasellos

Pues no lo sé. ¿Acaso no se han preguntado nunca por qué la vida de un adulto es tan complicada? ¿Por qué los seres humanos tenemos la tendencia de complicarlo todo irremediablemente hasta llegar un buen día a nudos irresolubles? Vivimos en un mundo ostensiblemente complejo, en el que muchos de los mecanismos y procedimientos que lo sustentan son esenciales y necesarios, puesto que son muchos los siglos y las personas que han costado para repercutir claramente en un beneficio propio que caracteriza a nuestras sociedades (impuestos, medicina, educación, leyes, infraestructuras, comunicaciones, suministros como el agua o la electricidad, empresas, seguridad...). Sin embargo, existen también numerosos hábitos construidos durante los siglos cuyas consecuencias no son tan claramente positivas.

Narra Milan Kundera en El telón, con una evidencia indiscutible, una anécdota nada extraña que a muchos nos ha ocurrido en nuestras propias vidas y no pocas veces.

La burocracia ha pasado a ser omnipresente y en ninguna parte encontraremos una “casa de las rosas” [referencia a la novela de Adalbert Stifter titulada El otoño de la vida] para vivir en ella en íntimo contacto con las “cosas tal como son en sí mismas”. Hemos pasado del mundo de Stifter al mundo de Kafka.

Antaño, cuando mis padres salían de vacaciones, compraban los billetes en la estación diez minutos antes de la salida del tren; se alojaban en un hotel rural, donde, el último día, pagaban la factura al contado. Todavía vivían en el mundo de Stifler.

Mis vacaciones transcurren en un mundo muy distinto: compro los billetes con dos meses de antelación haciendo cola en la agencia de viajes; allí, una burócrata se ocupa de mí y llama a Air France, donde otros burócratas, con quienes nunca estableceré contacto, me adjudican una plaza en un avión y registran mi nombre con un número en una lista de pasajeros; reservo por anticipado una habitación llamando por teléfono a una recepcionista que inscribe mi petición en un ordenador e informa de ella a su propia pequeña administración; el día de mi partida, los burócratas de un sindicato, después de muchos debates con los burócratas de Air France, declaran una huelga. Tras innumerables llamadas telefónicas, que corren de mi cuenta, sin excusarse (nadie se excusaba nunca ante K.; la administración está más allá de la cortesía), Air France me devuelve el dinero y compro un billete de tren; durante mis vacaciones, lo pago todo con tarjeta de crédito y cada una de mis cenas queda registrada en el banco de París; de ese modo quedo expuesto a otros burócratas, por ejemplo los del fisco, o, en caso de ser sospechoso de algún crimen, de la policía. Para mis cortas vacaciones, se pone en movimiento toda una brigada de burócratas de mi propia vida (rellenando cuestionarios, enviando reclamaciones, ordenando documentos en mis propios archivos).

La diferencia entre la vida de mis padres y la mía es llamativa; la burocracia se ha infiltrado en todo el tejido de la vida.


Por ejemplo, ¿es necesario el papel de todas las instituciones que hoy en día conforman los Estados? ¿Sería mucho más beneficiosa la reducción del Estado a una serie de labores mínimas sin las cuáles la subsistencia de los ciudadanos se complicaría? ¿Acaso las Administraciones Públicas no se mueven en una balanza que hay que equilibrar en su justo punto? Por otro lado, ¿se ha convertido la Política, con el paso de los tiempos, en una inmensa ciénaga compuesta por todo tipo de entramados interrelacionados que engorda irreversiblemente a costa de los ciudadanos? ¿Es pues un beneficio o un perjuicio en las sociedades actuales? La Libertad también se juega con ello.

3 comentarios:

VICTRIX dijo...

(Me gusta mucho como escribe usted, de veras) Hace un rato escribía yo sobre las funciones del Estado. Yo personalmente creo que las funciones del Estado si se deberían reducir a esas “labores mínimas” de las que habla y dedicarse únicamente a hacerse cargo de aquellas actividades necesarias para la sociedad pero que no les sean rentables a individuos y empresas privadas. Con la excepción de educación y sanidad públicas, pues los hijos no deben responder de las actuaciones negligentes de sus padres. En cuanto a las instituciones, si usted se refiere a unidades administrativas, si pienso que tres niveles son excesivos y a mi modo de ver las CCAA sólo fueron creadas para dar gusto a ciertas reivindicaciones políticas, y no porque fuesen necesarias. De hecho veo excesivo fragmentar la administración pública en tantos niveles. En ese sentido soy bastante jacobino y defiendo la existencia de una administración central que tenga una delegación en cada provincia para la prestación de servicios estatales en las mismas.

Respecto a su pregunta acerca de la política yo creo que sí. Engorda a costa de los ciudadanos y legitimándose justamente en que son representantes de éstos. Aunque simplemente se representen a si mismos y a sus cuentas corrientes. “Politicracia” pura y dura; y lo peor de todo es que los políticos son a menudo incompetentes e inútiles. Le puedo asegurar a usted que se de algún político local de cierta relevancia que escribe “móvil” con b y que confunde “legislatura” con “legislación” (No, no se sorprenda, no es una excepción jeje) Lo más granado del analfabetismo local controla las diputaciones provinciales y hacen gala de sus desprecios al diccionario de la RAE y de una incultura generalizada entremezclada con algún que otro rebuzno. Los malabares que deben hacer los funcionarios para hacer legales sus chapuzas son dignas de admiración. Yo no me siento representado políticamente hablando.

P.S. Déjeme algún día para responder a su pregunta acerca de las religiones ya que en ocasiones es laborioso responder a un tema tan complejo con un espacio limitado y respetando la gramática, que no deseo corromper con una horrible respuesta a modo de mensaje de móvil. Además no es mi intención saturar tan interesante rincón y que un día llegué a su capacidad límite, porque pongo en su conocimiento que me resulta un lugar muy interesante.

Un saludo.

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