9/24/2006

De centristas


Por más que lo pienso no puedo comprenderlo. Y mira que le doy vueltas al cabo del día, casi tantas como el enigma se las da a mis oídos en cualquier altavoz que nos rodee. Ya se ha convertido en un milagro: traspasar las fronteras del entendimiento en política es tan improbable como hallar a Wally en los Jardines de Babilonia construidos de nuevo. ¿Qué demonios significan izquierda y derecha metiditos como estamos en el siglo XXI? ¿No quedaron acaso ambos términos anclados ya en la defenestración humana del XX? ¿No bastó con recuperarlos del XVIII? ¿Acaso tiene algo que ver la situación de embobamiento político actual con aquellos esplendorosos discuros de la Asamblea Nacional?

Dicen hoy como titular destacable del Congreso de Nuevas Generaciones celebrado en Toledo que pretenden “impulsar una auténtica revolución ideológica desde el centro”. Como vemos, desde la filial del PP se prodiga el centrismo. La equidistancia, eso. La revelación de nuevas fuentes inspiradoras que los alejen de la izquierda –por ser combatible- y de la derecha –por hallarse combatida ya-, y así volcar sus esfuerzos de jóvenes, bastante pasaditos por cierto, en la novedad llamativa. Nada que ver con la derechona: no, no, ni hablar. Nada que ver con la progresía: sólo faltaría. A esto, en economía, se lo denomina con un anglicismo: marketing. En román paladino, propaganda. De la más cutre y huera, por cierto. Y casi mejor no pensar en las filiales de otros partidos de este país, pues degradaríamos nuestro tiempo hablando del más burdo cafrerismo jamás existido. Creo que si existe algún acierto en la política que defina los años anteriores del PP, y ésta es convencionalmente de derechas, ¿por qué no proseguir con ella? ¿Por qué ese afán por renovarlo todo? ¿Por qué ese complejo aniñado de separarse de todo y, a la vez, no involucrarse en nada? Matar al padre, si acaso. Y, de seguro, lo único que logren sea taponar lo anterior, obstruir aquello que les condujo a ganar elecciones: la alternativa liberal a un centrismo que se fragmentó en mil pedacitos con Suárez. Matar al hijo, más bien hacia donde conducen. Dicen algunos expertos del centrista ABC que "huele a futuro". En el País Vasco se siguen quemando cajeros y autobuses: ¿en este Congreso han sacado alguna conclusión al respecto? ¿O es preciso elaborar un informe y suscribirlo a mayorías internas para construir una opinión conjunta y, eso, centrista? Ignoro la pertenencia de las ideas a las siglas: esto sí es un reduccionismo. En esta actualidad dinámica y frenética bajo la que vivimos, existen tantos problemas como ciudadanos, y no creo que el acaparar unas soluciones-patrón sea beneficioso.
A mi parecer, en el PP actual, salvando cuatro o cinco nombres, en su mayoría extraídos de tierras vascas –desconozco el motivo por el cual utilizar la palabra para luchar contra el terrorismo cotidiano que algunos han de padecer por expresar libremente una opinión, produce a la hora de votar una mayor energía y entrega, un sacrificio prodigioso, una claridad notable dentro del característico espesor de los discursos, y una mayor lucidez y capacidad para delimitar la verdadera realidad de nuestras vidas-, hay formalmente lo que en otros partidos, salvando distancias ideológicas: una tendencia a la innovación parapléjica, amparada en un poco coherente discurso democrático, pues son precisamente ellos quienes menos democracia presentan en el funcionamiento interno de sus prioridades, y una hipocresía campante que arrampla con cualquier deseo de confiarles nuestra única nube de oxígeno como ciudadanos pasivos que somos (el voto).

En otro orden de cosas, el actual batiburrillo de rostros y peroratas, cada cual más disparatada, que presenta la organización es una consecuencia clara de la incapacidad que tiene para hacer las cosas bien hechas. Ejemplos: Piqué recurriendo al denigrante nacionalismo, del que dudo mucho haya salido alguna vez (otra cosa es el título de la empresa en la que cotiza), Acebes repitiendo todo él las tertulias de cada mañana en Cope, un presidente fundador denominado Fraga, Rajoy desaparecido en muchas ocasiones, un gabinete de comunicación del que mejor no hablar, Gallardones infiltrados por doquier, disputas regionales que bien aprovechan los otros para acrecentar –sin ir más lejos, pienso en Ponferrada-, campañas de firmas cuyo estado desconocemos, una Ana Pastor que seguramente ignore a día de hoy que la política no es la beneficencia, una incapacidad manifiesta para afrontar una oposición radical, concisa, clara, ante el extremismo majadero del socialismo con dinero y sus nuevas tendencias afines, nombres conocidos que habitan en ese hibridismo entre política y dinero que se nos muestra muy de vez en cuando a través de maletines, constructoras, y otros menesteres, y toda una hilera de pijerío y hábitos poco necesarios que no atinan en los programas oficiales. Frente a esto, a veces resulta reconfortante poder asistir a un debate sobre el estado de la comunidad madrileña cuando la Presidenta toma el micrófono y elude jugar a laberintos.

Aquí mi modesta conclusión: rayando los diecisiete quise encarecidamente afiliarme a Nuevas Generaciones, pues sentía que de algún modo debía ayudar a mi país tras la desastrosa barbarie que tuvo lugar en las deplorables jornadas de marzo que todos recordamos. Llegué incluso a tomármelo en serio, y rellenar la solicitud pertinente –como vemos, ni en un partido que predica el liberalismo se fulmina de una vez la plaga burrocrática-, en incluso colgué de mi estantería una banderola del PP, de aquellas que regalaban en cualquier mitin dominguero. Deseé apoyar así a todos aquellos que dedicaban esfuerzos en lo que, creía, era la lucha por las libertades y el bienestar de los ciudadanos. Palabrería vana.
Ahora, casi tres años después, me congratulo enormemente de haber elegido los libros y el lápiz como modo de garantizar mi huida de este mundo cada día más obsceno y cada noche más hipócrita. Afortunadamente elegí el más acertado de mis presentes. Hubiera sido un error, lo sé. Hubiera sido ese mismo error en el que todo aquel que no sea un pervertido cae cuando firma su condena a deshacerse y vender a otro individuo –en muchas ocasiones un palurdo integral- lo único que nos da valor como personas libres: el pensamiento. Y no la pertenencia a unas siglas amorfas que amortiguan la caída en un baúl en el que no será nunca posible la escapada, menos todavía, la independencia, y mucho menos, la inteligencia. Eso aprendí en este tiempo de farsa. Cuando desee ayudar al mundo, lo haré ayudándome a mí misma a esquivarlo. La política, muy a mi pesar, hace este mundo desvaído. Claro que habrá jóvenes decentes, cargados de conocimientos y estrategias, dispuestos a prestar batalla desde las aceras. Mas yo, al menos, me siento orgullosa de no contribuir con mi presencia al disparate generalizado que en esta muestra de juventud escurrida y parapetada a un sueldo que succione progresivamente sus ocluidas ideas obtenemos hoy en los periódicos. Su buga para alcanzar el estrellato parlamentario: el vaquero, la gomina y la camisetita naranja. Mola. En efecto, a algunos siempre nos quedará la libertad de un libro en la sobremesa. O no nos quedará más que eso, mejor dicho.
Ya se sabe, allá cada cual. Volviendo a Francia, de donde, parece, nunca salimos; Gide se lo atribuye a Barrès: “lo más terrible, lo más cruel, es tener que votar siempre con el propio partido.”

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta bien. Muy bien. Su artículo rezuma sensatez y pocos le podrán poner un "pero" a sus conclusiones. De acuerdo, actuemos como usted defiende.
Pero no nos precipitemos. Antes de hacerlo, toda nuestra energía para largar al inquilino de La Moncloa.

Ninguno dijo...

Pero, pero, bueno. Estoy con usted: fijemos prioridades. Aunque, apuesto a que sin PP, el PSOE no tendría discurso y acabaríamos antes con él. Gracias de todas formas.

VICTRIX dijo...

Comparto la opinión de in memoriam acerca de este magnífico artículo, pero creo que la necesidad de largar al inquilino zapateril de la Moncloa no impide que podamos criticar las carencias del Partido Popular, pues puede que sean éstas las que le impidan hacerse con el gobierno en las próximas elecciones generales. Paso ahora a comentar mis experiencias en lo que respecta a la afiliación política, para más adelante plantear mi opinión acerca de los jóvenes afiliados a ambos partidos mayoritarios. Yo personalmente tengo amigos afiliados tanto al Partido Socialista como al Partido Popular (lo mío sí que es talante jeje) y ambos me han propuesto la afiliación, más bien con ironía los primeros y con cierto fundamento los segundos a juzgar por mis ideas políticas opuestas al gobierno actual. Pero rechacé la idea instantáneamente de modo que ni tan siquiera me digné a hacerme con la solicitud de ingreso o a rellenar una sola casilla con las letras de mi nombre, y les explico el porqué.

Ciertamente a mí también me pareció repugnante lo que sucedió en aquel mes de marzo pero considero que cualquiera en mi misma situación pudo contribuir votando al Partido Popular sin tener por ello que estar afiliado a dicho partido. En segundo lugar me opongo a pertenecer a cualquier asociación, partido o agrupación a cuyas ideas me tenga que adaptar y a cuya jerarquía y estructura me tenga que someter, ya que no hace falta ser muy listo para deducir que en ellas las puñaladas, el enchufismo y las intrigas están a la orden del día. En tercer lugar me repugna la política regional. Aunque haya alguna gente preparada en el Partido Popular a nivel nacional, lo cierto es que en el panorama provincial y autonómico apenas concibo diferencia entre unos y otros, siendo ambos unos auténticos inútiles, incompetentes y analfabetos, salidos de agujeros inmundos que dominan de modo caciquil. Igualmente creo que el PP apenas tiene una idea clara de lo que desea en la actualidad, moviéndose entre el liberalismo, el centrismo progre de Gallardón y los guiños de Piqué hacia el nacionalismo catalán. Y por último hace tiempo que la política abandonó ese idealismo de debatir ideas para convertirse en una actividad lucrativa que atrae a los más ignorantes y de la que huye la gente culta y preparada. Por algo será.

Y todo eso sin entrar en el plano juvenil, que también se lleva lo suyo... Es bien sabido que gran parte de los afiliados al PSOE son jóvenes cuyas ideas se basan principalmente en tópicos y no en razonamientos lógicos realizados a tenor de un análisis político e histórico riguroso. Así salen niños rebeldes y botelloneros que combinan socialismo progre, un poco de simpatía hacia el nacionalismo, odio a Aznar y a los Estados Unidos, reparo a la hora de criticar las barbaridades del islamismo etc. Es decir, una mezcla explosiva digna de la LOGSE. Pero por lo general el joven “popular” también es bastante criticable en otro sentido. Aunque en general están más cultivados que los socialistas, muchos son unos incultos de primera categoría. La decencia tampoco es su fuerte, aunque ciertamente son más recatados a la hora de manifestar sus vulgares comportamientos, los cuales intentan camuflar tras ropas caras, coche pagado por papá y pelo repeinado y engominado (nunca he sido partidario del pegajoso invento capilar). Y nadie les libra de ese acento repelente que les lleva a alargar misteriosamente la última sílaba de cada palabra. No obstante hay honrosas excepciones en ambos partidos políticos pero yo no me siento identificado con ninguno de ellos, aunque en ocasiones prefiera a los segundos.

Prefiero ser libre e independiente, criticar lo que crea conveniente cuando así lo desee, no verme sometidos a las puñaladas internas y, si las circunstancias así lo requieren, depositar mi voto en una urna cuando alguno de los partidos me convenza de ello. Pero me temo que yo estoy afiliado a mis propias ideas.

Un cordial saludo.

vitio dijo...

He disfrutado con su artículo, Marta, y por supuesto con la respuesta de Victrix.
Y la verdad es que no sé por dónde voy a empezar. Pero bueno, ahí voy.
Yo gracias a Dios no milito en ningún partido, es también verdad que nunca he tenido la ocasión de votar. Pero creo que en el PP, que es un partido de centro-derecha, pues tiene que haber de todo. Desde Gallardones con un tirón electoral impresionante, pasando por la política errática de Acebes y Zaplana, hasta llegar a la derecha más antiliberal y conservadora. ¡¡¡Pues de todo tiene que haber en la casa del señor!!!
Respecto a NNGG simplemente me repugnan. No hay un ideal liberal, basta con ir con una camisa naranja, la raya del pelo por medio y los náuticos correspondientes. Con eso basta, y eso que yo sólo conozco a un militante de NNGG.
Y sigo pensando que Rajoy está acabado: ZP le volverá a ganar la partida en 2008 y veremos a otro líder popular con más carisma que Rajoy.
Un saludo.

Anónimo dijo...

-Aunque, apuesto a que sin PP, el PSOE no tendría discurso y acabaríamos antes con él- nos dice Marta.
Y yo le pregunto: ¿Quienes?

Por favor, sáqueme de la duda.

Ninguno dijo...

A Victrix: voilá!... Y se quitó el sombrero ante vos. Una fortuna retener su brillante comentario en este blog.

A Vitio: Gracias igualmente. Si bien, no comprendo a qué se refiere con la "política errática de Acebes y Zaplana", ¿quizá a aquello que yo comentaba sobre la similitud con las tertulias radiofónicas o a algún tema relacionado que como suelen decir otros huele a "rancio"? De todas formas, estoy completamente de acuerdo con su descripción del jóven y la predicción que hace respecto a las elecciones próximas, Dios mediante.

A In memoriam: -"actuemos" como usted defiende. Pero no nos "precipitemos". Antes de hacerlo, toda "nuestra" energía para largar al inquilino de La Moncloa. Y yo trato de responderle: ¿Quiénes? Los mismos. (Ahora bien, esos quienes, a mi parecer, son todos aquellos españoles con dos dedos de frente que se dan cuenta de la lamentable situación de nuestro gobierno actual, y que quieren hacer algo en la medida de sus posibilidades por evitar catástrofes mayores que puedan surgir. Eso sí, siendo realistas, poco "podemos" hacer excepto esperar a unas nuevas elecciones tratando de mirar para otro lado y desahogarse de vez en cuando en una manifa de esas).

A Sir Rolando: pues, como se suele decir en estos casos, gracias a usted por la paradita en esta estación, el vistazo, la lectura, la felicitación...; y sepa que siempre que lo desee tendrá a su disposición una silla cromada y una copichuela de cigales (cortesías de la tierra) dispuesta para usted. Eso sí, le pedimos por favor una pequeña aportación: bien sea con su opinión, su silencio, su reflexión o su tiempo (que son todos ellos honorabilísimos en esta vida). Retomo el agradecimiento. Y prometo visitar su morada.

Saludos varios a repartir alícuotamente (jeje, victrix, es la palabra que más me gusta de la carrera).

Anónimo dijo...

Pues a mi me ha gustado y disgustado (en el sentido opuesto a gustar, no a molestar) el comentario de Marta. Si bien coincido plenamente con el primer párrafo del mismo, no tanto con partes del final.
Para mi los términos "derecha" e "izquierda", como forma de hacer política, o como ideologías hace mucho que quedaron obsoletas, responden a unos problemas y necesidades que al menos en Europa hace tiempo que cambiaron. La realidad es que el contenido va cambiando pero los nombres (y los colores) permanecen. Es propio del ser humano economizar en los términos para agilizar la comunicación, pero en el camino nos dejamos todos los matices. Y esos matices, hoy en día, constituyen el meollo del asunto.
Como decía un conocido mío, "yo carné, ni de la biblioteca". Me produce cierto desasosiego cualquier situación en la que un grupo numeroso se pone de acuerdo, y está dispuesto a entregar parte de su intimidad y sus creencias al todo.
Discrepo en su apreciación de la polítca regional. A mi personalmente, el sr Ruiz Gallardón, me gusta, porque me merece respeto, y me he dado cuenta de las pocas veces que en los últimos años me ha sucedido eso. Es inteligente, cultivado y ambicioso y sobre todo tiene sentido de la oportunidad y es lo suficientemente sensato como para esperar a que las cosas estén maduras.
Uno de los grandes errores de los políticos en estos años ha sido por un lado, guiarse únicamente de encuestas de opinión y marketing a la hora de tomar decisiones (demagogia) y el otro ha sido empecinarse en jugarse el prestigio y la credibilidad en pequeñas batallas que carecían de entidad, con lo que las cosas importantes quedan metidas en el mismo saco de la exageración y la desmesura.
Supongo que queda claro cual de los errores es achacable a cada cual.

Y discrepo Marta, un poco de marketing le iría de perlas al PP. Supongo que a nadie se le escapa que ciertas personas hacen huir al electorado más moderado sin levantar pasiones entre los incondicionales. Cualquiera con un mínimo de visión hace tiempo que los hubiera puesto en un segundo plano, y en eso el PP tiene una miopía preocupante. Por otro lado si se trata de contrarrestar al "perro guardián" del PSOE, mal adversario le han buscado. A "perverso-demagogo" pocos pueden ganar al sr Blanco.
Por último, lo de las juventudes me produce urticaria. Tanto las de unos como las de otros (ni que decir tiene las de grupos más radicales). En muchos casos más que jóvenes son cachorros, y en cualquier caso hacer de la edad un elemento de agrupación para la política me parece un criterio absurdo. Uno crea "juventudes de" para tener cantera y eso vale para los equipos de fútbol, en los que se anima a unos colores independientemente de quién juegue, de si lo hace bien o mal y de quién dirija el asunto.
Nunca voté colores, y desde que tengo derecho a voto no he encontrado ningún partido liberal al que votar por su ideología, así que sólo me queda votar a las personas. ¿Qué sentido tiene entonces comprometerse con un partido del que sólo me interesan las personas si estas van a cambiar y a obedecer según criterios de partido?.
Tal vez por eso me guste el sr Ruiz Gallardón. Sigue manteniendo cierta independencia de criterio a pesar de lo mucho que le critican desde y fuera de su partido.
Saludos

vitio dijo...

Creo errática la línea de Acebes y Zaplana, simplemente porque me parece más bien destructiva que constructiva. Me quedo con la línea de Rajoy y Esperanza Aguirre.
Un saludo, Marta.

Bruno Mancha dijo...

Llego tarde, como de costumbre. No obstante, me gustaría opinar acerca de este asunto.

Personalmente, nunca tuve la más mínima confianza en ningún político por mucho que defendiese el liberalismo o dijera cuatro verdades como templos. Es más, nunca he creído en la política ni en el criterio sumamente gregario de las masas, que no hacen sino adquirir conocimientos de éste y de aquél sin hacerlos propios y someterlos a un estudio personal, sin trabas ni ideas preconcebidas.

Me pasa, supongo yo, como a muchos a los que no les interesaba la política. La estupidez solemne de la progresía te acaba rebotando y se hace preciso combatirla de alguna forma. Pero luego, con los años, vas viendo que la mayoría de políticos son de la misma calaña, aunque claro está que no todos cometen memeces con la misma maestría.

Ha elegido usted un camino selecto, que no escogen muchas de las personas que se confiesan apolíticas. Independencia intelectual, sin adoptar discursos de nadie, adoptándolos todos, juzgándolos todos y proponiendo en cada momento sus propias ideas, fruto de su observación, que por lo que veo cada día es más aguda y clarividente.

El artículo es soberbio. Un criterio endibiable que no todos sabríamos expresar con tanta elegancia.

Un cordial saludo!

Nicholas Van Orton dijo...

No creo que los españoles tengan la suficiente madurez para comprender ese pacto diábolico y no escrito que existe entre los políticos y los electores: ellos saben que nosotros no les creemos y nosotros sabemos que todo lo que nos dicen es mentira. Los dos grandes partidos españoles, PP y PSOE, saben que siempre tendrán un número de votos asegurado, y sólo pelean por los indecisos o los advenedizos. Veo difícil que ustedes cambien esa dinámica.

Rubén García Colsa dijo...

Salvando las distancias ideológicas ya que yo soy de izquiedas, aunque amí el término también me pàrece arcaico, estoy de acuerdo con todo lo dicho. Las razones que a mí me han llevado a no militar en el PSOE son las mismas. Por cierto cada día escribes mejor.

QRM dijo...

Ni izquierda ni derecha. Liberales y antiliberales. Los que anteponen la libertad y los que la postergan a otras consideraciones. Según Norberto Bobbio, socialista, la diferencia es enorme aún, y radica en anteponer la igualdad a la libertad- Izq- o ésta a aquella-dcha-. Sería, más bien , una igualdad no ante la ley- presupuesto de la libertad- sino por la ley. Hagámos- dicen los fachirrojos- a todos forzosamente iguales aunque sean diferentes. En las leyes de educación esto se ve nítidamente.
Todos iguales menos los pijiprogres, que como se creen superiores defienden la intromisión del estado en todo, desade la moral a la economía, porque se creen que el Estado son ellos. Desconfiad del Estado, amigos. La historia nos lo aconseja.

Los memos de NNGG del PP no se enteran. A fuer de ser moderados pasan por idiotas. El centro es un lugar geográfico que se define por la equidistancia de los extremos, y basta con estirar un extremo para que el centro se desplace. Así, como ZP es un mal remedo de Stalin, que se alía con ETA para destruir España, si el PP está en el centro sería algo así como socilademócrata. Es un ejemplo paradigmático de pensamiento débil. Su ideología viene definida por lo que hacen los otros, por la huida de los "extremistas". Son unos cagones. Díganselo de mi parte.