12/29/2006

Una mirada a China

Aparece hoy en el último número de la revista El Caboteplas un destacadísimo análisis de la economía china que no se puede dejar pasar desapercibido entre la marabunta de artículos y estudios –no todos ellos elaborados con el necesario rigor económico- que la prensa nos ofrece continuamente. Se titula “La China de hoy en sus fortalezas y debilidades”, a disposición de todo usuario. Muy recomendable.

Y con menos pretensiones teóricas, escasamente comparables (si no ya como mínimo contrapunto), y más bien en lógicas de andar por casa, aprovecho este tema de hondo interés para llenar espacio –que es a lo que dedico mi tiempo últimamente- con una serie de artículos guardados en alguna parte de mi memoria, y de la de mi ordenador. Puesto que todo se traduce hoy en día en dinero montante y sonante, y es este país uno de los principales focos de la actualidad económica mundial, trato así de renovar inquietudes en aquel que se cruce con este rincón. Merece la pena adentrarse en este pequeño cosmos llamado China.



El crecimiento económico en China: factores y evolución

China se ha convertido en un país con uno de los crecimientos del PIB más importantes del mundo, siendo de 1990 a 2000 del 10%, la mayor tasa del planeta, tres veces superior a la media de todos los países. Esta tasa viene siendo similar desde el inicio de las reformas económicas de Deng (1978). Entre 1980 y 2000, su PIB se ha sextuplicado, y su renta per cápita es cuatro veces superior. Pero pese al gran crecimiento de la economía china en los últimos años, China está considerada por el Banco Mundial como uno de los países de ingreso bajo, debido principalmente a que el PIB per cápita es más reducido al tener una gran población y más de un 15% de ésta, vive con ingresos inferiores a un dólar.

El principal factor que influye en este crecimiento espectacular de los indicadores es su política comercial, basada en sus exportaciones (generalmente manufacturas), y en sus importaciones, puesto que China es uno de los mayores receptores mundiales de IDE, recibiendo, por ejemplo, en 2001 la cuarta parte de IDE dirigida al Tercer Mundo, y en 2002 fue la mayor receptora mundial.

Todos estos datos atestiguan la tendencia beneficiosa de las reformas que se emprendieron a finales de los setenta en este país, y que ha hecho de él una de las primeras potencias económicas de la zona asiática.

Tras el periodo maoísta, que no produjo mejoras económicas sustanciales, más bien un atraso notable respecto a otros países así como un crecimiento escaso y numerosos conflictos internos, el periodo de reformas iniciado en 1978 se fundamentó en cuatro modernizaciones (1977) y un giro aperturista a la economía. La reforma de la agricultura (donde destaca la descolectivización de la propiedad) y de la industria (sistema de precios de dos carriles) fueron las principales. Provocaron el control de la inflación heredada y un ajuste progresivo de las empresas, sin embargo, entre los inconvenientes que se ocasionaron fue un alto nivel de corrupción en la producción. Los resultados fueron relativos, puesto que estas medidas lograron que el crecimiento industrial creciese, pero no acabaron de completar el proceso de privatizaciones públicas. En la apertura económica, hay que destacar el fomento del comercio exterior y la recepción de inversión de otros países como pilares del desarrollo. Desde mediados de los setenta, el comercio exterior se descentralizó, y las importaciones comenzaron a liberalizarse, pero la moneda china se depreció progresivamente. Las consecuencias de esta reforma fue un aumento considerable del crecimiento económico. La tasa media anual del PIB fue del 7,5% entre 1978 y 1995. El PIB per cápita aumento todavía más, pasando a ser del 6%, muy superior a la de los principales países de Asia oriental. Este crecimiento se sostuvo durante los siguientes años, siendo en torno al 7% y nunca inferior al 4% en los peores años.

Es destacable a finales de los noventa la influencia de la crisis asiática, que tuvo algunas repercusiones en la economía china, aunque muy inferiores a las previsibles. La crisis no influyó drásticamente en China, a diferencia del resto de países, debido entre otras cosas al superávit por cuenta corriente que tenía, así como la disposición de controles de capital y la sostenibilidad de su sistema bancario. Sin embargo algunas de las consecuencias de dicha crisis fueron la depreciación de su moneda, el aumento de los tipos de interés al optar por una fijación del tipo de cambio (1998), y una pérdida de inversión.

La tasa de crecimiento continuó siendo elevada en 2001 (7,3%), y volvieron a crecer tanto la IDE como las exportaciones. El ingreso de China en la OMC, ha provocado en los últimos años la liberalización de importantes sectores de importación, así como el aumento en la recepción de IDE y la consolidación de la era de reformas que se vienen llevando a cabo. Pese a los problemas que todavía hoy presenta el país, entre los que destacamos la fragilidad del sector bancario, el aplazamiento de las reformas empresariales de carácter público, la sostenibilidad fiscal, el desempleo y la pobreza, y la convertibilidad del yuan. A largo plazo, el gobierno chino prevé cuadruplicar el PIB en 2020 (para alcanzar 4 billones de dólares), lo que le permitiría a China pasar a ocupar el tercer puesto mundial, así como triplicar el PIB per cápita hasta los 3000 dólares, todo esto teniendo en cuenta que su crecimiento demográfico, aun importante, continúa siendo lento.



Gráfico (derecha): "Evolución del PIB, 1978-1996" (en porcentajes). Fuentes: China Statistical Yearbook y China and North Asia Monitor.

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