9/11/2007


Thanks to Violet

4 comentarios:

Nicholas Van Orton dijo...

Saludos, Marta.

Wicek dijo...

Descansen en Paz (y que jamás se olvide su recuerdo).

sarónico dijo...

El profesor y la Venus
18 de Septiembre de 2007 - 13:30:02 - Pío Moa
Si bien se mira, la actitud del profesor ciencista ante la Venus de Milo es de lo más instructiva. Pocos ciencistas se atreverían a razonar abiertamente como él, así como pocos marxistas se atreverían a proponer la quema del museo del Prado por contener arte burgués y reaccionario, pero es solo por inconsecuencia: se quedan a medias en su razonamiento, por indecisión u oportunismo. El profesor va hasta el final, y defiende:

A) que el carácter pétreo de la Venus de Milo es perfectamente claro y demostrable, mientras que su carácter femenino, no digamos ya religioso, es demostrablemente falso, un puro y simple engaño. Nadie podría dejar de darle la razón, vistas así las cosas;

B) que, de modo análogo, el ser humano es un conjunto de células en el grado de evolución del primate, si bien, la mayoría de los primates no haría tonterías tales como modelar un pedrusco y darle un significado animal (femenino) y, mucho menos aún, religioso. Ese grado de sandez queda referido solo al ser humano inconsciente de sí mismo, ajeno a la ciencia.

Podríamos extender la analogía con la de aquel otro profesor de ciencias que incitaba a los alumnos de letras a tirar a la basura las obras literarias, ficticias, esto es, falsas por definición.

Cabría objetar lo siguiente: la Venus de Milo remite de un modo u otro al carácter moral del ser humano. Al contrario que el hombre, el primate, como el resto de los animales, guía su comportamiento casi exclusivamente por el instinto, es decir, por reacciones semiautomáticas de las que no puede hacérsele responsable. En cambio el ser humano es para sí mismo responsable de sus actos, salvo situaciones extremas, lo cual constituye la base de la moral. Ello significa que su conducta, aunque mantenga en parte su base instintiva, sobrepasa ese nivel. Esta diferencia crucial separa al ser moral –o animal moral, si se prefiere–, del primate y de los demás animales con tanta profundidad como los animales se separan de las plantas.

El carácter moral, responsable, y la libertad y la culpa implícitas, son al mismo tiempo una pesada carga, a veces un verdadero tormento. Por ello una tendencia ancestral del ser humano ha sido también la de rehuir su condición y retornar al paraíso de la conducta instintiva, inocente, sin responsabilidad ni culpabilidad ni, por tanto, libertad. Tal es la clave de la ideologías utópicas y ciencistas: la conducta humana puede hacerse tan previsible, y por ello manipulable, como la de un animal, una vez conocemos “científicamente” o “racionalmente” sus imperativos fisiológicos bajo la “impresión ilusoria” de la libertad y la dignidad.

Sin embargo la vuelta a la inocencia instintiva es imposible, la impide “el ángel con la espada flamígera”, dicho en plan simbólico. Las opciones utópicas, que, no por casualidad, se han pretendido casi siempre científicas y racionales, tienen una doble consecuencia: a) obligan a una aceptación general de ellas, excluyendo así la libertad, que es una pura ilusión, desde su punto de vista; b) permiten la eliminación de los elementos antisociales y anticientíficos que rehúsan aceptar esas conductas. Después de todo, la “dignidad humana” no pasa de ser otra ilusión presuntuosa de un animal que “se miente mucho a sí mismo”, como ha descubierto la señora Margulis. ¿Qué impide liquidar en masa a los disconformes, tal como en Inglaterra se mataron millones de “vacas locas”, un sacrificio económico lamentable, pero visto como necesario y que nunca provocó mayor remordimiento? Las vacas locas, los primates humanos inadaptados, seres enfermos, pueden ser liquidados sin mayor problema, pues, en definitiva, ¿son algo más que simples conjuntos de células con un orden determinado? No por casualidad ha pasado lo que ha pasado en el siglo XX.

o s a k a dijo...

descansen en paz

n a c o