10/12/2007

¿Contemporáneos?

Gracias a Eli

3 comentarios:

Ramiro Semper dijo...

Personalmente, nunca he sentido simpatía por este personaje (siempre me ha parecido el hermano pedante y canijo del calvo de la Lotería de Navidad). Además, el hecho de que se autodefina orgullosamente como afrancesado me parece penoso.

http://antorchanegra.blogspot.com/

Fray Diego de los Ángeles dijo...

El gran mérito de Albiac, como buen afrancesado que es, radica en su florido y pedante manejo del lenguaje. Escribe, a veces, bien, condenadamente bien. Otras, produce vergüenza ajena. Su gran ventaja como escritor es que epata con la fuerza que pueden hacerlo, por ejemplo, Nietzsche o Cioran. Pero como éstos, analítica y filosóficamente es casi nulo. Mucho onanismo literario, mucha sintaxis enrevesada, mucha cita erudita, mucha pedantería estética de francés del XIX, pero cero de análisis y filosofía seria.

Aún no se ha caído de su guindo mitológico parisino de los setenta. Insiste, de un modo que a estas alturas no se puede calificar sino de ridículo, en la engolada loa a la piara intelectual francesa de los setenta: que si Althusser, que si Foucault, que si Lacan, que si Barthes, que si su “amigo” Negri. Las mismas jeremiadas postmodernas que se escriben en, por ejemplo, rebelión.org, pero trufadas de ese difuso anarquismo liberal del que hace gala de un tiempo a esta parte. El mismo pensamiento débil del que se suele quedar prendado a unos ilustrados 15 años, pero que las lecturas serias posteriores rebelan como una grotesca impostura. La sempiterna tabarra de las majaderías de Bataille o Breton, pasadas por Deleuze o Blanchot, susurradas ahora en la radio en ese frances pedante que se pretende ronsardiano. Y en prensa escrita, también los mismos de siempre: mucho Jiménez Lozano, mucho Saint John Perse, mucho Conrad, mucho Maquiavelo, mucho Sieyes; y lo mismo de toda la vida: la perpetua alegoría acerca de la batalla y ulterior caída del ángel, la barthesiana hermeneusis estructuralista de todos los textos, trocado él en el pedante heraldo de la conciencia constructa y el ser en la alteridad. Nada original, al fin. Y la vuelta siempre a una mal leída adolescencia.

En fin, que el hombre continúa en la espinosiana perseverancia en su ser. Pero de análisis rigurosos, ninguno. Filosofía, cero. Erudición, selecta, pero menor de la que aparenta. De Marx, aun con tesis doctoral, pero como buen althusseriano, ni idea. La teoría en la que equipara, con un pueril juego de palabras, al nacional-socialismo con el estalinismo, es, a poco que uno se la intente tomar en serio, para despepitarse. En teoría política, su referente –de todo materialista, dice- es Maquiavelo, que es de un vulgar que echa para atrás. Materialista en política, se dice, pero abomina del Estado, y propugna la rebelión ante el mismo, odiando las dictaduras, a la vez que destila una elitista repulsión estética ante las sociedades políticas modernas. Sobre España, es apologista de la leyenda negra, y afirma, sin ruborizarse, que aquí no hubo siglo XIX (sic), aparte de reconocerse abiertamente un afrancesado y propugnar un delirante cosmopolitismo que reniega de patrias. La idea de España, es de suponer, le resulta tan abominable como la idea de Botswana o de Estonia. Lo mismo le da, afirma hasta la nausea, haber nacido español que haber nacido esloveno. Eso es finura de análisis, sí, señor. Y huelga decir que sus conocimientos sobre Economía y Economía Política son nulos. En cuanto a su comentario en el video referente a que la Universidad Española en los años setenta era un solar, pues no hay más comentario que la indiferencia ante tamaña muestra de ignorancia. Sólo anotar que en 1972, año en que él se largó a ser embaucado por la iletrada caterva parisina, aquí Gustavo Bueno publicaba sus “Ensayos materialistas”. Pero no, mejor irse a escuchar a Lacan contar estupideces y reírse de los pardillos oyentes. En España, dice Albiac, el ambiente de su infancia era irrespirable. Claro, irrespirable para fundamentalista demócrata como él, que abjura de la pena de muerte, a la vez que cita a Malraux como argumento de autoridad defendiendo la eutanasia. En fin, lecturas pocas y mal aprovechadas. Un opinólogo más ilustrado que los Sopena o Calvo Hernando de turno, por supuesto.

Hace buenísima literatura, eso sí. Quizá el mejor escritor español vivo. Que no es decir poco. Y como profesor y personalmente es un tipo encantador. Pero de filósofo ejerce poco y mal.

Anónimo dijo...

Hola,
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Mi correo: janaru@gmail.com

Un saludo.