8/22/2006

Apuntes pretendidos sobre el Juego

El dinero es el opio del pueblo. Sin ir más lejos, la religión se ha desplazado hacia otra ambigüedad omnipotente: la política. Todo en este mundo se juega en ese tablero. Los programas electorales actualmente se han convertido en los libros sagrados, que muestran el dogma principal de cada religión: letra divisoria entre lo perseguible y lo pecaminoso: la verdad y la mentira.
Dejémonos de confiar en el arte ciego de la entrega democrática. El ser humano es pérfido por naturaleza; el buenismo es simplemente una patochada que se alimenta de ilusiones (poco o nada reales). Un político no pretende el bienestar de los ciudadanos, exclusivamente se preocupa por la comodidad de la papeleta. Más aún, de la suya, aquella papeleta que es por él representada o corre el riesgo de hacerlo puesto que sólo eso le reporta un beneficio cualquiera. Aquél que no posea papeleta, aquel de que no dependan otras papeletas, aquél que no sea una presa potencial del político de turno, es una sombra nula en la confabulación electoral. Menos que insignificante. Lo deja claro Auden en El prolífico y el devorador:
"La vida en la escuela me enseñó que yo era un antipolítico. Quería que me dejaran solo, escribir poesía, escoger a mis propios amigos y orientar mi propia vida sexual. El Enemigo era, y sigue siéndolo, el político, es decir, la persona que quiere organizar la vida de los demás y mantenerlos a raya. Lo reconozco al instante, bajo cualquier disfraz, sea funcionario, obispo, director de escuela o miembro de un partido político”.

La fórmula que domina nuestra existencia es evidente: Voto= billete. Si no hay voto, no hay billete; si no hay billete, no hay voto, y por ende, la persona queda anulada como ciudadano. Así de cruel. Así de real. Puestos en harina, hay que dejar claro que el poder más suculento de todos cuantos giran en torno al dinero es el de la difusión de supuesta información hacia el votante: el espectáculo. Quien controle la capacidad para inducir a unos y a otros a las urnas, será quien se adueñe posteriormente del pago pertinente en especie: la determinación de qué es verdad y qué mentira. Esto, que parece anticipado ya por Orwell en su Rebelión en la granja, por ejemplo, tampoco puede ser obviado desde un punto de vista teórico por las siempre útiles palabras de Guy Debord, en sus previos Comentarios sobre la sociedad del espectáculo:

“El experto que mejor sirve es, sin duda, el que miente. Los que tienen necesidad del experto son, por diferentes motivos, el falsificador y el ignorante. Allí donde el individuo no reconoce nada por sí mismo será formalmente tranquilizado por el experto. Antes era normal que hubiera expertos en el arte de los etruscos; y estos expertos eran siempre competentes ya que el arte etrusco no está en el mercado. Pero, por ejemplo, una época que encuentra rentable falsificar químicamente gran número de vinos famosos, sólo podrá venderlos si ha formado a expertos en vinos que arrastren a los bebedores a gustar de los nuevos aromas más reconocibles.”

Lo fundamental de esta situación: “Se creía que la historia había aparecido en Grecia, con la democracia. Puede comprobarse que desaparece del mundo con ella.” Y continúa sabiamente Debord: “Así, en una época en que pude existir arte contemporáneo se hace difícil juzgar las artes clásicas. Aquí, como en todas partes, la ignorancia sólo se produce para ser explotada. Al mismo tiempo que se pierden simultáneamente el sentido de la historia y el gusto, se organizan redes de falsificación. Basta con tener a los expertos y a los tasadores, lo que es bastante fácil, y colarlo todo, porque, tanto en los asuntos de esta naturaleza como en definitiva en todos los demás, la venta es la que autentifica cualquier valor. Después son los coleccionistas o los museos, sobre todo americanos, quienes, atiborrados de falso, tendrán interés en mantener la buena reputación, al igual que el Fondo Monetario Internacional mantiene la ficción del valor positivo de las inmensas deudas de cien naciones.”

Llegamos a lo paradójico: es más lucrativa la ignorancia que el conocimiento. La verdad se ha trocado en maléfica, puesto que el conocimiento ha pasado a ser un arma perseguible con el que luchar contra toda esta red de sacrilegios mitificadores. Y, sin embargo, la ignorancia reporta beneficio para el que la domina (para el que la representa): el político es un representante de la ignorancia, que se lucra con ella. Las vidas de las personas se desarrollan en el preciso ámbito entre la mentira y la verdad: el político envuelve la verdad de mentiras que sólo a él, como al niño que se esconde un caramelo en el bolsillo, benefician. En el momento en que dos falsedades eclosionan contradiciéndose obtenemos una verdad: existe mentira, se destapa al mentiroso. Y es aquí cuando algunos espabilados pueden salvarse de volver a caer en la compleja red de giros, fintas y engaños que dominan y se adueñan del día. Y si el mundo está repleto de mentiras que no permiten vislumbrar acaso algo más que el desarrollo de la vida sobre su superficie, ¿qué nos queda de verdad en todo esto? Suprimirnos. Agazaparnos tras nuestra única arma: el silencio molesto: protestar. Rehusar del juego: rechazarlo. Que no quiere decir negarlo o fulminarlo, puesto que la negación se producirá por sí sola cuando todos los que fundamentemos la base del espectáculo hayamos destruido nuestras propias manoplas, con las cuales muchas veces involuntariamente construimos la situación. ¿Somos acaso esclavos del proyecto faraónico de los siglos llamado democracia? Pues dejemos de trabajar, si no es con nuestro respeto y derechos ganados. La llave no está en el político, sabemos que éste nunca la mostrará porque es la llave del tesoro del cual se lucra y se perpetúa: la verdadera capacidad para hacer desvanecer la política la poseen los ciudadanos.

Un ejemplo. Aquellos que hayan oído hablar de la Revolución de 1956 en Hungría, y hayan leído acerca de ella, se extrañaran o se alertaran al menos ante la definición que de ella hace János Berecz, miembro del comité central del partido comunista y activo kadarista en el Libro Blanco, labor de divulgación que le fue encomendada posteriormente para sellar la versión oficial sobre dicha rebelión. El hecho se exponen así: “reacción organizada por las fuerzas fascistas y la chusma, apoyadas por el imperialismo capitalista, contra el socialismo legítimamente establecido en Hungría”.

Finalmente, se nos presentan dos opciones: involucrarnos en el juego para intentar corregirlo en la reducida posibilidad que nos quede (liberalismo quizá, pero partidos plenamente liberales no los hay dentro de nuestro sistema español; votar en blanco, voto nulo, voto de protesta...), o denunciar directamente el timo y escapar de él cuanto antes. Que cada palo aguante su vela. Yo me digo y me repito que nunca votaré a un solo partido político, ni de un lado ni de otro, a menos que enloquezca repentinamente o me convierta de la noche a la mañana en lo suficientemente cuerda como el resto de la población. Es una postura egoísta, despreocupada y cómoda, pero pienso que no entrar en tamaño juego lucrativo es la más conveniente de mis aún inmaduras ideas. Que conmigo no cuenten para la liturgia del Billete: dícese de lo que se esconde tras la papeleta. En palabras del escritor húngaro Péter Kuczka:
Yo me pasearía desnudo por las calles antes
que tomar el hábito de la mentira de nuevo”.

2 comentarios:

VICTRIX dijo...

Muy interesante el artículo y muy acertados los fragmentos que ha elegido para ilustrarlo. Me quedo con una frase: “el político es un representante de la ignorancia, que se lucra con ella” Ay, políticos. Qué decir de ellos. O qué no decir mejor. ¿Cuántos de los que ahora son nuestros políticos lo serían si no obtuviesen una remuneración por ostentar tal cargo? Probablemente muy pocos, dejando los peseteros su puesto a aquella gente preparada que realmente siente interés sano por la ciencia política, por la economía, por asuntos de Estado... Nunca tuvimos políticos tan inútiles, tan incultos y tan bochornosos como los actuales, que primero se representan a si mismos y a sus bolsillos, luego a su partido y por último a los ciudadanos, de los que se aprovechan para legitimar sus cargos. A poco que se conozca un poco el mundo de la política se llegará a la conclusión de que todo tiene un precio y de que los partidos políticos son auténticas estructuras de poder y agencias de colocación. Un complejo entramado contractual que sirve para comprar y vender favores.

Sigamos destacando frases brillantes. “es más lucrativa la ignorancia que el conocimiento” No hay duda al respecto. Es destacable la ingenuidad que mostraba uno en la pre-adolescencia cuando le hablaban de la democracia y de los representantes del pueblo, esos seres venerables y respetables que se dejan su tiempo en regir nuestros destinos. A medida que lees periódicos, te informas, te enseñan a uno de ellos por la calle, escuchas su modo de hablar por la radio o te cuenta algún afiliado conocido sobre ellos, ese respeto se va convirtiendo en desilusión y luego en indiferencia y mofa. Vaya con nuestros representantes, grandes amantes de guisos al aire libre, inauguraciones o colocaciones de primeras-piedras y ejemplo de ramplonería, desprecio al diccionario, incultura y chabacanería. Las Diputaciones son un maravilloso ejemplo de todas éstas muestras de vulgaridad. ¡Pues claro que es lucrativa la ignorancia! El ignorante es manipulable, y éste es susceptible de ser convencido y de depositar su voto en la urna que le manden. Y el voto acciona el mecanismo. “Voto= billete” que usted comenta.

“Finalmente, se nos presentan dos opciones: involucrarnos en el juego para intentar corregirlo en la reducida posibilidad que nos quede, o denunciar directamente el timo y escapar de él cuanto antes” La primera opción es de inicio descartable. La segunda honorable. Espero no se convierta usted en lo suficientemente cuerda como el resto de la población porque eso significaría que las inmaduras (¿inmaduras?) ideas de una persona inteligente habrían sucumbido ante el billete.

Un saludo.

frid dijo...

Si no votas esos políticos que nos organizan la vida lo hacen sin miramiento, les da igual. Si votas, esos mismos políticos dicen que para eso les has votado. La única solución es, si siguen conviviendo con ellos, buscar a otros... alguno habrá que tenga en su programa: "organizar la vida a los políticos".